Una historia en retrospección
Valentina mira atrás y descubre aquella mañana en que definió su existencia...
Una madrugada más, la misma habitación, el mismo frío invernal, las mismas frazadas, el mismo pijama y entre tantas cosas iguales… la misma flaca… la misma Valentina de siempre…
¡Una madrugada más!…
El mismo insomnio y los mismos ojos mirando incansablemente al mismo reloj… son las 4:47am, se da la vuelta, enroscándose aun más en las sabanas y por enésima vez y de nuevo, infructuosamente, trata de dormir… transcurre media hora de quejidos y soplidos de hastío… se endereza y piensa en voz alta:
- ¡Qué cagada! Tengo sólo quince años y ya no duermo… ¡maldito insomnio de mierda!
Se resigna a no conciliar el sueño y se recoge el cabello castaño, largísimo y crespo, con el lápiz que quedó ayer sobre la mesita de noche, después del desorden de ideas y sollozos de papel convertidos en partitura…
Abre las cortinas, porque quiere ver amanecer y ya el mismo Sol opaco y frío de todos los días debe estar por salir… espera… le fallaron los cálculos… el Sol se tarda.
Se cansa de esperar y va a darse una ducha, al agua le corre por el cuerpo y no toda sale del tubo, gran parte viene de sus ojos (aunque ella no lo note) y le recorren la piel con huellas, huellas que no duelen pero marcan, huellas que ella se dejó hacer, tatuajes de recuerdos felices que hoy la hacen llorar…
Son casi las 6:00am y el alba apenas despunta…
¡Vaya día extraño!...
¡Algo ha cambiado!...
Valentina, con sus profundísimos ojos oscuros se para frente al espejo y se analiza… se percata que su cuerpo alargado y esbelto no corresponde a su corta edad, aun más, se da cuenta de que la seriedad de sus facciones no da señales de la niña que es…
… que es…
… que era…
… no lo sabe bien…
…¡no quiere ni pensarlo!…
Antes de vestirse, se sienta en la cama y una vez más cede al vicio, saca del bolso del día anterior una cajetilla de cigarros, saca uno y lo enciende, paladeándolo despacio… ¡sin disfrutarlo!
No de muy buena gana se pone el uniforme, desayuna jugo de uva, toma su bolso de yute con conchas cosidas y empieza a caminar hacia la parada del bus…
¡Nada parece igual!
De pronto, se detiene y se da cuenta de que algo anda mal, no puede ver bien, se le nubla la vista…
- ¡ALGO ANDA MAL!
- ¡HAY AGUA EN MIS OJOS!
[ -Tranquila chiquita, son lágrimas… ¡solamente! - ]
No se siente bien, no quiere seguir caminando, entonces se siente en el calito y sin importar el problema que eso le cause en el colegio por “difamar” (de paso… ¡que palabra tan estúpida!) el uniforme… enciende un cigarrillo, sin pensar en que está en la acera donde todos la pueden ver…
Pero… ¡Nadie la ve!
¡Qué extraño! Es la primera vez en dos años que la nicotina no logra calmarle los nervios; le siguen temblando las manos y los dientes le castañetean… se levanta, una vez terminado el tabaco y toma valor de no-sabe-donde para enrumbarse de nuevo a tomar el autobús… ahora tiene que apurarse… ¡es tarde!
…¡Es tarde!
…¡Ayer no era tarde!
No era tarde y aun así se apresuró, se apuró al decir “adiós” y a romperse y romper el corazón dejando un extraño vacío que hace que quien alguna vez los vio juntos, no pueda visualizarlo sin ella, o a ella sin él… pero… tendrán que pensarlos así, en individual…
…¡solos!
…¡tan solos!
…¡tendremos que pensarlos así!
…¡tendré que pensarlos así!...
- ¡Qué más da! – de nuevo está pensando en voz alta mientras le paga al chofer…
…estas cosas pasan…
…o dejan de pasar…
…no lo sabe bien…
…¡no quiere ni pensarlo!…
Una vez sentada en el autobús, levanta la cabeza y comienza a darse cuenta de que está en medio de desconocidos, no desconocidos comunes, si no, sujetos omitidos a diario anteriormente, unos ríen, otros leen, algunos parecen pensar…
…¡Valentina es la única que llora!...
En algún punto del camino, al chofer hace una parada y sube al autobús una jovencita a la que Valentina nunca antes ha visto, y por lo tanto, nunca antes ha omitido…
Poco a poco la joven deja de resultar extraña a sus ojos, reconocerá de hoy en adelante las marcas de la vida en cada alma, que vio primero en el espejo y que ahora se manifiestan en esa Amanda bajita, de ojos grises y cabello largo negro, que lleva atado con un lápiz…
…¡extraña coincidencia!...
Se miran a los ojos y pueden sonreír, comparten el asiento y una que otra mirada casual, mientras Valentina memoriza la imagen de sus mismas ojeras, delatoras de mil soledades prematuras… ¡eso basta!
Comienzan por un “Hola” y la conversación se extiende, omitiendo por un acuerdo tácito y mutuo, las noches en vela, las historias del pasado o las lagrimas que vendrán…
El bus se detiene… llegaron… se despiden y se separan, el día transcurre sin mayores sucesos para esas dos solitarias que simulan que nada ha pasado, aun cuando sus mundos han dado un giro radical y hoy… ¡ya no son las mismas!
Pasa las horas… llega la noche y con ella el insomnio
…¡una madrugada más!
Una madrugada más, la misma habitación, el mismo frío invernal, las mismas frazadas, el mismo pijama y entre tantas cosas iguales… la misma flaca, la misma Valentina de siempre…
… con una mirada distinta…
…¡parece recordar!...
Parece que en su mente conserva la memoria, pero esta vez comprende las palabras que le repite el recuerdo, aquellas que por casualidad (o causalidad preconcebida en el seno del destino) le dije una de las pocas veces que le hablé:
…¡Crecer duele!...
…Valentina...
…¡Crecer duele!...
¡Una madrugada más!…
El mismo insomnio y los mismos ojos mirando incansablemente al mismo reloj… son las 4:47am, se da la vuelta, enroscándose aun más en las sabanas y por enésima vez y de nuevo, infructuosamente, trata de dormir… transcurre media hora de quejidos y soplidos de hastío… se endereza y piensa en voz alta:
- ¡Qué cagada! Tengo sólo quince años y ya no duermo… ¡maldito insomnio de mierda!
Se resigna a no conciliar el sueño y se recoge el cabello castaño, largísimo y crespo, con el lápiz que quedó ayer sobre la mesita de noche, después del desorden de ideas y sollozos de papel convertidos en partitura…
Abre las cortinas, porque quiere ver amanecer y ya el mismo Sol opaco y frío de todos los días debe estar por salir… espera… le fallaron los cálculos… el Sol se tarda.
Se cansa de esperar y va a darse una ducha, al agua le corre por el cuerpo y no toda sale del tubo, gran parte viene de sus ojos (aunque ella no lo note) y le recorren la piel con huellas, huellas que no duelen pero marcan, huellas que ella se dejó hacer, tatuajes de recuerdos felices que hoy la hacen llorar…
Son casi las 6:00am y el alba apenas despunta…
¡Vaya día extraño!...
¡Algo ha cambiado!...
Valentina, con sus profundísimos ojos oscuros se para frente al espejo y se analiza… se percata que su cuerpo alargado y esbelto no corresponde a su corta edad, aun más, se da cuenta de que la seriedad de sus facciones no da señales de la niña que es…
… que es…
… que era…
… no lo sabe bien…
…¡no quiere ni pensarlo!…
Antes de vestirse, se sienta en la cama y una vez más cede al vicio, saca del bolso del día anterior una cajetilla de cigarros, saca uno y lo enciende, paladeándolo despacio… ¡sin disfrutarlo!
No de muy buena gana se pone el uniforme, desayuna jugo de uva, toma su bolso de yute con conchas cosidas y empieza a caminar hacia la parada del bus…
¡Nada parece igual!
De pronto, se detiene y se da cuenta de que algo anda mal, no puede ver bien, se le nubla la vista…
- ¡ALGO ANDA MAL!
- ¡HAY AGUA EN MIS OJOS!
[ -Tranquila chiquita, son lágrimas… ¡solamente! - ]
No se siente bien, no quiere seguir caminando, entonces se siente en el calito y sin importar el problema que eso le cause en el colegio por “difamar” (de paso… ¡que palabra tan estúpida!) el uniforme… enciende un cigarrillo, sin pensar en que está en la acera donde todos la pueden ver…
Pero… ¡Nadie la ve!
¡Qué extraño! Es la primera vez en dos años que la nicotina no logra calmarle los nervios; le siguen temblando las manos y los dientes le castañetean… se levanta, una vez terminado el tabaco y toma valor de no-sabe-donde para enrumbarse de nuevo a tomar el autobús… ahora tiene que apurarse… ¡es tarde!
…¡Es tarde!
…¡Ayer no era tarde!
No era tarde y aun así se apresuró, se apuró al decir “adiós” y a romperse y romper el corazón dejando un extraño vacío que hace que quien alguna vez los vio juntos, no pueda visualizarlo sin ella, o a ella sin él… pero… tendrán que pensarlos así, en individual…
…¡solos!
…¡tan solos!
…¡tendremos que pensarlos así!
…¡tendré que pensarlos así!...
- ¡Qué más da! – de nuevo está pensando en voz alta mientras le paga al chofer…
…estas cosas pasan…
…o dejan de pasar…
…no lo sabe bien…
…¡no quiere ni pensarlo!…
Una vez sentada en el autobús, levanta la cabeza y comienza a darse cuenta de que está en medio de desconocidos, no desconocidos comunes, si no, sujetos omitidos a diario anteriormente, unos ríen, otros leen, algunos parecen pensar…
…¡Valentina es la única que llora!...
En algún punto del camino, al chofer hace una parada y sube al autobús una jovencita a la que Valentina nunca antes ha visto, y por lo tanto, nunca antes ha omitido…
Poco a poco la joven deja de resultar extraña a sus ojos, reconocerá de hoy en adelante las marcas de la vida en cada alma, que vio primero en el espejo y que ahora se manifiestan en esa Amanda bajita, de ojos grises y cabello largo negro, que lleva atado con un lápiz…
…¡extraña coincidencia!...
Se miran a los ojos y pueden sonreír, comparten el asiento y una que otra mirada casual, mientras Valentina memoriza la imagen de sus mismas ojeras, delatoras de mil soledades prematuras… ¡eso basta!
Comienzan por un “Hola” y la conversación se extiende, omitiendo por un acuerdo tácito y mutuo, las noches en vela, las historias del pasado o las lagrimas que vendrán…
El bus se detiene… llegaron… se despiden y se separan, el día transcurre sin mayores sucesos para esas dos solitarias que simulan que nada ha pasado, aun cuando sus mundos han dado un giro radical y hoy… ¡ya no son las mismas!
Pasa las horas… llega la noche y con ella el insomnio
…¡una madrugada más!
Una madrugada más, la misma habitación, el mismo frío invernal, las mismas frazadas, el mismo pijama y entre tantas cosas iguales… la misma flaca, la misma Valentina de siempre…
… con una mirada distinta…
…¡parece recordar!...
Parece que en su mente conserva la memoria, pero esta vez comprende las palabras que le repite el recuerdo, aquellas que por casualidad (o causalidad preconcebida en el seno del destino) le dije una de las pocas veces que le hablé:
…¡Crecer duele!...
…Valentina...
…¡Crecer duele!...
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