06 agosto, 2006

Intertextos

Aparecés como una constante en mi vida, en mis letras. Parece que siempre estás ahí, en una forma y otra, en el verso que verso o en las letras que leo, que canto, que vivo; siempre vos, Francisco.

Francisco imprenta, arte y amor…
Francisco guerrilla, revolución y sonrisa…
Francisco traición, soledad y perdón…
Francisco cigarrillos, guitarra y poesía…
Francisco tambores, vibraciones y olores de mar...
Francisco diosas, canciones y palabras…
Francisco al frente de ésta, nuestra lucha…

Francisco, vos… Francisco siempre…


Francisco al que tanto he esperado sin notar tu eternidad en los trazos de mi historia.

Y vos, te hacés de piedra, de lluvia, de hielo, de luz, de sangre, de zumbidos y notas que envuelven y finalmente, te perdés con este humo alquitranado de mis silencios, que aceptan tu ausencia sempiterna como el final de un sueño, pero que lloran cada vez más amargamente, el terror de perderte cada vez que reaparece tu sonrisa.

Sos dolor que se queda, Francisco, que se queda escondido en la esquina del alma, sos dolor que mata, dolor que duele pero no llora, para no romper la calma...

Esta calma maldita que me nerva la piel y que me llueve en los parpados del alma, esta calma que sólo existe cuando te vas, esta calma que detesto, que me agobia, esta calma que me obliga a desear cada minuto con mas fuerza, la revolución que traés pintada en los ojos, en las manos, revolución de arte, mar, sueños y ritmos que se te pliega en un rincón del pecho, donde el corazón late en una sola dirección, que me marca la pauta con su ritmo, que me hace vibrar hasta el fin.

Vos… ¡Tan vos!

Vos… ¡Francisco!...

El Francisco de esta Irene asustada que recién descubre el mundo real, la calle que sangra y llora, el Francisco intermitente de esta Sara que ama, espera y añora, el Francisco creador de esta Victoria tan sola, que descansa muere para siempre… talvez… o hasta que reamanezcan tus ojos…

Sos el símbolo perfecto del camino de mis días y yo, Francisco, yo soy tu Sara, tu Irene, tu Paula, tu Ana y tu Soledad (a veces).

Soy la historia que te cuenta tu propia sangre, soy el alma que comparte el aura del alma que se esconde dentro de vos, soy tu sonrisa, tu locura, la sombra que te habita intermitente, tu fuerza y tu razón… para creer, para llorar, para esfumarte entre mis aguas mientras yo me enredo en tu remolino y espero, mientras vos esperás desde alguna trinchera un amanecer nuevo y limpio, donde podamos retomar esta lucha y usar ésta, nuestra fuerza, para alimentar la luz que emana del aura que nos habita… un amanecer con más sonrisas y menos sangre…

¡Menos intertextos!

Somos vos y yo, solamente…

Vos, Francisco poesía, canción y fuerza… Francisco revolución, río y sonrisa…

Francisco soledad, lágrima y lluvia… Francisco arena, madrugada y humo… Francisco trazos de luna… Francisco tambores, dulzura y olvido… Francisco que incluso cambia de nombre y se me vuelve Emiliano entre la arena de un sueño, para descansar…

Francisco que me hace Sara, Paula, Irene, Soledad, Ana, Haydee y sonrisa, mujer de humo y arena, de continente movedizo de hielo que cambia el rumbo y se derrite al calor de esta guerra que se libra en las arenas de tu piel, mujer con cuerpo de leña y fogata, tormenta en el río, tambores en las caderas, miel en los labios y hiel en los dedos que te versan sólo a vos…

Francisco que dio vida a la imagen perfecta de Emiliano en las letras…
Francisco revolución de adioses y bienvenidas, de olores, ritmos y sensaciones extrañas.
Vos… Francisco, sólo mío en alma y aura, sin pertenecerme, sin existir…

Y yo, mujer de agua que llueve frente a vos, vos Francisco y yo, Sara, que se niega el sueño.

Vos, mi Francisco de siempre y yo, Sara que toma una pluma, se amarra el alma y escribe, Sara que arranca páginas y rescribe el final, Sara que lucha contra el recuerdo de la sombra, del descanso y del Francisco que se va, del Emiliano que jamás despierta…

Sara que espera en medio de la balacera y decide sangrar felicidad a través de una pluma y su tinta… Soñando con los trazos ajenos de tus dedos en el lienzo que Orión habita… Sara que lee su propio nombre en un espejo y no puede reconocerlo, Sara que sigue existiéndome en las letras y en el alma… Y que se queda aquí a tu lado, Francisco…

Francisco del que aun no conozco suficiente, ni siquiera el nombre que traerás al llegar…

4 comentarios:

quienquieraquesea dijo...

Ea ¿valentina?! Duerme tranquila... hay hombres extremadamente hombres!
Gracias por el link Dani, igual estás en los míos! Saludos amiga!

Valen dijo...

Gracias por tu comentario Karo, ya duermo tranquila.
Una pequeña recomendación para aquellos que no me han entendido el post: Lean nosotras que nos queremos tanto, Francisco personaliza a cualquiera (incluso a mí).
Saludos a todos y todas y gracias por leerme.

Anónimo dijo...

Wow!!!
Hasta pienso que lo escribí yo.

vanevalverdes dijo...

Valen? Todavía existís? Entonces debés escribir !!!